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La formación en el Seminario


Eduardo Ávila Lozano,
2º de Teología.


La formación de los seminaristas (futuros sacerdotes), tiene varias dimensiones que convergen en la unidad de la persona, es decir, se trata de una formación integral: comprende el ámbito humano, espiritual y cultural.

El ámbito humano porque el sacerdote o seminarista no deja de ser humano, al contrario, tiene que ser el hombre más humano de la comunidad. Al igual que todos, necesitan relacionarse con los demás y crear vínculos de amistad, en primer lugar con Cristo y en segundo lugar con los hombres. Porque es un hombre de Dios para los hombres.

De esta manera, el seminarista o sacerdote se va a desenvolver como en su casa, con su familia; porque en la relación con los otros, se va plenificando y viviendo verdaderamente al vocación. Así pues, antes que cualquier otra cosa, el sacerdote o seminarista deben ser y son plenamente humanos.

El ámbito espiritual es el compromiso de los llamados, para ser hombre de oración; pues en la oración se conoce la voluntad de Dios y de esta manera se van formando seminaristas y sacerdotes atrevidos para someter la propia voluntad, para hacer lo que Dios les pide en cada momento de la vida. Este ámbito es el de la formación y crecimiento de la confianza en Dios, porque sólo Dios puede colmar las ansias más profundas de seguridad.

Sólo si ante Dios se siente como en casa, es como se encuentra el propio hogar. Pues para encontrar al Salvador es necesario entrar en la casa que es la Iglesia. Durante el tiempo del Seminario se produce una maduración significativa: ya no ve a la Iglesia “desde fuera”, sino que la siente “en su interior”, porque es casa de Cristo, casa a la cual deben llevar a todos los hijos, porque no son extraños, sino parte de la misma familia.

Después de un largo y necesario itinerario formativo del seminario, se envía a los sacerdotes a transformar la cultura en la cual se va a desenvolver, siendo ministros de Cristo y de su Iglesia. Cada uno de los seminaristas y sacerdotes se vuelven entre la gente “alter Christus” (otro Cristo). Porque, siguiendo el ejemplo de Cristo, se da en primer lugar el encuentro con el Padre en la oración; encuentro que lleva a Jesús al encuentro con los demás. De igual forma, sacerdotes y seminaristas hacen vida lo que previamente han orado creando el proceso cíclico: “La oración se hace vida y la vida se hace oración”. De lo cual podemos concluir que los sacerdotes están inmersos en una cultura determinada, para transformarla en una cultura del amor, de la vida y de Dios.

Por ti, por mí, ¡Ven y sígueme! Domingo 29 de marzo, Día del Seminario Diocesano de Guadalajara.

www.semguad.org.mx

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